Era una noche oscura y lluviosa en Tailandia, como si el propio tiempo supiera lo que estaba a punto de ocurrir y se hubiera puesto de acuerdo para proporcionar la atmósfera adecuada. Nuestro investigador llegó al hotel rural en taxi, poco antes de las 8 horas, tal y como había comentado con el traficante en las redes sociales.
La lluvia era tan fuerte que pensó que tal vez tendrían que cancelar todo. Pero después de un retraso, nuestro investigador finalmente se encontró con el traficante en el lugar acordado.
Anchara,* la niña de 14 años que le dieron, se había encontrado sola tras ser rechazada por su familia y, necesitada de un lugar donde quedarse, vivía con su traficante durante las vacaciones escolares. También menor de edad, el traficante estaba vendiendo a Anchara por sexo para que ya no tuvieran que venderse a sí mismos. Para sobrevivir, Anchara se vio inmersa en el círculo vicioso del tráfico sexual, donde la salida más efectiva es explotar a los demás.
Nuestro investigador escoltó a Anchara desde un automóvil hasta una habitación trasera del hotel mientras su joven proxeneta la esperaba en la habitación delantera, lista para recibir el pago.
Pero la policía tailandesa había acompañado a nuestro investigador. Entraron al hotel y arrestaron al traficante de Anchara. Anchara recibió atención inmediata en el lugar y ahora recibe más atención en un centro de cuidados posteriores administrado por el gobierno tailandés. El traficante de Anchara enfrenta cargos de trata de personas.
Uno de los aspectos más insidiosos del tráfico sexual es el hecho de que muchos de los perpetradores de los delitos fueron víctimas. Personas lastimadas hieren personas. Romper el ciclo de la trata de personas significa iluminar los lugares más oscuros y expulsar esa oscuridad.
* No es su nombre real
